lunes, septiembre 05, 2005

Destructour 2005 (I Parte)



Antes de relatar esta historia, debo informar de que tengo dos páginas abiertas, la de la lista de la orquesta, y la del blog de monty, sino, seguro que ser imposible recordar todas y cada una de las experiencias vividas, cada una de las brutalidades, robos, risas, comentarios, y en definitiva, todas y cada una de las locuras que han acontecido en estos diez días de Destructour. Por supuesto, omitiré todo aquello que pueda ser utilizado en nuestra contra, ya sea para denunciarnos o para directamente meter a alguno de la cárcel, jejej...
Todo comienza un 12 de agosto, tocamos en Ayodar, provincia de Castellón. Este será nuestro último concierto con ésa especie de "técnico", también apodado Afrodito, por la dificultad inherente de adivinar a qué sexo pertenece, sin embargo no profundizare en este apartado... el desfile de explosiones, acoples, sonidos infernales, y una calidad de sonido equiparable a la del sonido de un pedo dentro de botijo, hacen que el concierto sea un poco caótico, los siete queremos matarlo, pero todos sabemos lo que supone rellenar el papeleo así que dejamos a Manolo, el manager, que se ocupe de él. En cualquier caso, parece que la gente disfruta, así que todo perfecto.


El día siguiente, el viaje es relativamente corto comparado con lo que se nos avecina, vamos a Guadalajara. Concretamente a Morillejo. Al parecer, es el día cultural del pueblo, y se está representando una obra de teatro justo donde tenía que estar montado del escenario. Eso significa que empezaremos más tarde de las dos de la mañana, lo que efectivamente sucede. Mientras tanto, hacemos una visita a la parte alta del pueblo, nos dedicamos a cantar, a reír, a realizar invocaciones sin éxito, pero lo importante es el buen rollo que llevamos todos, a ratos optamos por dormir en la furgoneta, en otras ocasiones, invadimos el bar y hacemos trabajar al hígado un poco más. Tampoco hay demasiada gente cuando empieza la cosa, pero a nosotros ya nos la trae floja, nos han invitado a cenar jamón, queso, y como de costumbre lo vamos a dar todo. Las simpáticas jóvenes del pueblo nos ofrecen sus bebidas espírituosas, y nosotros como juglares que somos, no decimos que no, obviamente. Ese mismo día comenzamos lo que determinamos en llamar "el palo nuestro de cada día", el objetivo es coger algo prestado, sin que se entere el dueño... ya sé que esto tiene otro nombre, pero no me voy a andar con tecnicismos, ja ja ja. Es una forma de vengarnos de los abusivos precios de las gasolineras, de los técnicos inútiles, de los jefes de pipa que les hacen trabajar rápido mal y a mala leche, lo que reporta mala leche para los músicos también, o sea para nosotros. Nunca hemos tomado la prestado que no fuera de una gasolinera ultra cara o de algún desgraciado explotador.


La noche en Morillejo acaba como lo que se auguraba iba a ser este Destructour, es decir invadiendo el bajo de unos jóvenes que nos ofrecieron su alcohol, sus cortezas y buena música, hasta el punto de colonizar su propio local (un abrazo, gente). Nos damos cuenta de que el sol ya subido más de la cuenta, con lo que retomamos nuestro camino a Castellón, esta vez para tocar en Sot de Ferrer.
El viaje es insufrible, no en vano el conductor no llegó a acabar la gira, frenazos, adelantamientos... necesito dormir, y mucho. Llegamos por la tarde, un pueblo más, un nuevo frontón, y por fin un técnico en condiciones, Octavio, un tío cojonudo. A pesar de cargarnos algunos monitores, que mala suerte tenemos últimamente, el concierto sale genial, la gente lo vive y en la presentación de los músicos, todos salimos bien parados, la gente aplaude, incluso nos dicen guapos, sois buenísimos, etc. etc. Nosotros agradecemos esta maravilla, haciendo uso de la barra del bar, eso sí, sin pagar, que para algo somos músicos... pocas veces he salido con dos euros en el bolsillo y he bebido más, y es que alguna ventaja tenía que tener esto de tocar en orquesta.
Precisamente, en una de esas ocasiones donde bajo al servicio, o a coger unas cervezas, el camarero parece que no se percata de que era yo uno de los guitarristas, con lo que poner dos litros de cerveza resulta una misión larga y tediosa. Desde el escenario me llaman, yo hago señales, me río, me parte del culo, las situacion es cómica, pero mis cervezas aún no están puestas, y lo primero es lo primero. Consigo la cervezas, y de camino al escenario la gente me mira con cara de sorpresa. Al final el concierto sale bien, tal cual acabamos, destruimos todos los vasos de plástico que han quedado por el suelo, que satisfacción, que desahogo... esto sólo sería el preludio de lo que pasaría en unos días.
Ahora comienza el viaje más largo, son alrededor de 1000 kilómetros hasta un pueblecito de Asturias. El viaje es largo, pesado, con muchos sobresaltos, mucho calor, sudor... realmente es el panorama perfecto para empezar a matarnos entre nosotros, pero increíblemente, no ocurre así. Al contrario, fortalecemos nuestros lazos de amistad, definitivamente las condiciones adversas no hacen mella en nosotros, optamos por unirnos en la desgracia y para adelante. Aprovechamos para aumentar el número de tonterías dichas por minuto, a fecha de hoy, es posible que ya no recuerde prácticamente ni la mitad, pero recuerdo haber llegado a puntos desquicie absoluto, de reír, de querer salir de la furgona en marcha, de cambiar de asiento, hacia delante, hacia detrás, querer oir música, querer destruir el cassette, o mejor dicho el CD. Nos reímos una y otra vez con Ricardo queso, que gran tipo. Mientras tanto Juanma hace que amemos a Carmen de Mairena, sus imitaciones son brutales, lloramos de risa. En el último tramo del viaje, en el que la desesperación ya alcanzaba altas cotas, nos tranquiliza el paisaje. Definitivamente Asturias es otro mundo, verde, verde, verde y más verde.
Llegamos directamente al escenario, enfrente de nosotros tenemos un pedazo de escenario preparado para Saratoga, nosotros tocamos antes y después que ellos...por supuesto en un escenario construido con las sobras del de Saratoga... el frío se empieza a notar, y mucho. Probamos sonido con un tío muy majo, tanto, que se dedicó a hacer coros en buena parte de concierto, cosa que a Juanma no le hizo demasiada gracia, pues le llegaba a confundir. Aprovechamos media hora y vamos al hotel a ducharnos, no sin mi ducha!!!!. Nos ducharnos todo lo rápido que sabemos y bajamos rápidamente, el conductor está medio muerto y opta por quedarse, así que me encargo de conducir la burra. Son pocos kilómetros y casi hasta tengo mono de conducir. Juanma me va alimentando de su bocadillo. Llegamos. La organización nos quiere matar, la gente está esperando y no sabían dónde estábamos, de manera que conforme bajamos de la furgoneta, nos colgamos nuestras armas y hala, a tocar. La frialdad de la gente sobrepasa nuestros corazones, un gran arco de aire se forma justo delante el escenario, nadie se mueve, nadie sin multa... me llegó a preguntar si realmente los monitores están sonando sólo para nosotros o es que en este pueblo están todos sordos. Definitivamente lo están, al menos la gente de mediana edad para arriba, pues desdeñan los pasodobles (que ni siquiera tocamos). Parece increíble, yo me pregunto cómo Juanma y Monty van a lidiar la situación, al fin al cabo, ellos tienen mucho peso a la hora de levantar al público. Parece que algunos se mueven, especialmente dos jóvenes y una chica que se acercan al escenario de vez en cuando. La chica es preciosa, y además simpática, cosa que constatamos en el descanso, resulta ser del pueblo, y nos explica que es normal, la gente aquí no hace nada, simplemente mira como si fuera una obra de teatro, no sé si tranquilizarme, o sacar la escopeta para empezar a matar zombis. Ante la situación, optamos por ver a Saratoga, al menos un rato. Mientras el resto descansan en la furgoneta, a salvo del frío, Parruski y yo nos dedicamos, una vez más, a hacer uso de la barra libre. Perdí la cuenta de cuantas cervezas llevaba, cuando Parruski y yo simulábamos como seria tener un robot, de éstos de luces, como compañero de escenario, patada al final incluida. Puede parecer un absurdo, pero no os podéis imaginar la de juego que da. La segunda parte estuvo un poco más animada, como de costumbre. El escenario no soportó nuestra traca y partimos parte de el mismo. Algunos elementos que rondaban los 40 años, lo vibraban, disfrutaban de cada canción, bueno, de cada canción que tuviera más de 20 años, claro, porque las modernas, ni de lejos. Acabamos tarde, muy tarde, llueve, la gente se va, nosotros nos quedamos comentando la jugada, comentando que llevamos cuatro días sin parar, que llevamos una burrada de kilómetros y que vamos a agradecer la cama que nos espera. Cargamos, una vez más todos los trastos, y para el hostal, tres días por delante de asueto, son las vacaciones de verdad, y lo íbamos a demostrar, vaya que sí.

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