jueves, marzo 06, 2025

Tailandia Febrero 2025. ¡Vuelvo a viajar de verdad!

Por fin llegó el momento de viajar otra vez después de muchísimos años de no hacerlo a lo grande. Esta vez voy a ir de marqués a ver qué tal la experiencia, esto es, en vez de ir de hostel a hostel voy a contratar un viaje medio organizado donde ya me dan sitios para dormir y actividades para hacer, pero también mucho tiempo libre para hacer lo que quiera, así que esta es la parte que más me convence para decidirme a ir a Tailandia.


Bueno, en realidad no ha sido una decisión, ha sido escuchar a varios amigos y amigas decir que habían estado bien por allí y simplemente me pareció un destino, aunque reconozco que ni el idioma ni la cultura de Asia me han llamado nunca especialmente.


Salgo el 13 de febrero de 2025 y vuelvo el 1 de marzo. Bien, ¡hay que retomar la actividad viajera con ganas!


Los vuelos son fáciles, de Valencia a Madrid y de ahí a Bangkok, dificultad cero, además, nos vienen a recoger y nos llevan de aquí para allá, lo cual está bien por el montón de horas de viaje que deja empanado a cualquiera.


El vuelo va a tope y consigo dormir algunas de las 12 horas de viaje, después de haber esperado unas 9 en el aeropuerto de Madrid para empalmar con el vuelo que cogí de Valencia.


No problema, el viajar solo es como un imán de otros viajeros solitarios que sienten la necesidad de contarte por qué están ahí, dónde van y a dónde vienen. Así que se me acerca un extranjero afincado en las Canarias que durante un buen rato, entretiene el bocadillo que me había hecho para comer por la terminal de Madrid.


Llego a Bangkok y es aquí donde voy a conocer a los compañeros de buena parte del viaje, todo parejas menos dos simpáticas andaluzas… Aun así es pronto para conocernos, estamos rotos del viaje y estamos deseando llegar a un sitio donde poder dejar las maletas.


Unas dos horas de viaje en bus para llegar al hotel y ya siento esa sensación de libertad, de felicidad de estar tan lejos de lo conocido, la sensación de estar viajando y disfrutando. Tanto es así que durante buena parte del viaje me encuentro sonriendo con cara de tonto mientras admiro y escruto lo que veo por las ventanas del autobús.


Llegada al hotel y acto seguido me bajo con los taxistas a beberme una cervezota, o bien Leo o Chang, las dos marcas más comunes de la zona. Me sienta divinamente y entablo conversación con los parroquianos de la zona de fumadores.


Las dos andaluzas, que estaban en el hotel de enfrente, me contactan para tomar algo por ahí, perfecto, aún no se si tendría que estar durmiendo o despierto por las 6 horas de diferencia, así que un poco de cancaneo no vendrá mal.

 


¡Ruta en Tuc Tuc!


Nos vamos caminando hacia el barrio chino, callejeando como a mi me gusta, viendo la podredumbre de muchas calles que lo ocultan por su parte delantera. Decenas de puestos de comida en las calles de dudosa calidad higiénica. Mezcla de olores buenos y peores y un calor terrible.


Cenamos, disfrutamos de unas risas y luego decidimos retirarnos a descansar. Mañana tenemos el día libre y cada persona podrá seguir su propio plan. ¡Perfecto!


Contacto con la persona del hotel que controla al asunto y me indica que puedo ir a visitar un par de templos que no están incluidos en el viaje, así que no repetiría, me dice de coger un barco y luego acercarme por el palacio real.


Tampoco me mata esto de la realeza, pero bueno, es una forma de arrancar.


A la mañana siguiente voy caminando hasta el barco y preguntando aquí y allá hago un buen tramo en el mismo, para en el templo de Wat Arun, así que me apeo y me doy cuenta de la locura de la gente de hacer foto de TODO, absolutamente TODO… locura que me acompañaría prácticamente durante todo el viaje.
Ya no me paraba antes cuando iban a hacer una foto, pero ahora menos, mi cogote debe de haber salido en decenas de fotos que jamás serán vistas por sus creadores, una pena…


 Menudo olorcito sale del río...


Intento hacerme 3 o 4 fotos al día al menos para recordar, y quizás algún vídeo, eso si me lo permito, pero ¡YA!


Cruzo el tío para ir al palacio real para darme cuenta de que no se puede acceder con pantalón corto, porque es un sitio donde los tobillos al aire pueden derretir las paredes. En fin, es otra cultura, no voy a entrar en disquisiciones morales.


Mi primer templo chispas


Encuentro lugares muy divertidos, como las paradas de los Tuc Tuc, donde la gente y los trabajadores son verdaderamente simpáticos y continúo mi pateo infinito por las callejuelas de la ciudad. 


Llego reventado, pero no quiero estar metido en una habitación de hotel así que toca salir un rato, también con mis compañeras andaluzas. Esta vez nos metemos por la zona del mercado donde me percato de que el tema de la prostitución es más que evidente con decenas y decenas de muchachas que a mis ojos no llegan ni a los 20 años la mayoría de ellas. Afortunadamente voy con las dos chicas por lo que no me dirigen ni la mirada, pero los hombres que van solos, prácticamente son abordados para un “masaje”. Es algo que, si bien se que existe, no lo quería ver, no por ellas porque estoy seguro de que tragan lo que sea por pura necesidad, si no por el “adinerado” viajero que encima les hace un favor dándoles una propina después del servicio. En fin, tema para reflexionar.


También tuve la oportunidad algunos días de encontrarme con niñas de menos de 10 añitos rondando por las mesas de los sitios de cenar, expuestas a gente que bajo determinadas circunstancias pueden rebajar sus escrúpulos y tolerar o cometer actos de dudoso respeto al ser humano. Y ahí dejo esto, que como digo, no quería ver ni sentir y lo vi.


11 millones de personas en la ciudad, de estos había donde miraras (parecidos)


Ahora es ya momento de empezar con las visitas de templos, a conocer un poco la cultura y las formas de Tailandia, su gastronomía y cómo se relacionan con los demás.


Nos vamos al rio Wkai, si, el de la película. No se si es temporada alta o baja pero hay un trillón de personas. Paseamos por el puente y lo curioso es que aún lleno de gente, el tren pasa igual, la gente se arrima a unas plataformas para que pueda pasar y todo el mundo se hace fotos inéditas con el móvil.
Al rato cogemos ese tren y pasamos por el puente que pateamos antes, la ruta se hace un poco larga, pero el tren es tan viejo, que es encantador.

 


Está igual que la película que no recuerdo.

Por la noche nos toca cambio de sitio de dormir (si no recuerdo mal) y nos llevan a una fantasía de sitio donde las habitaciones están muy por encima de lo que yo podría disfrutar. Hay que coger una lancha para que nos lleven al hotel, al que solo se puede llegar con ella. Es una verdadera pasada, relax en piscina con la tropa del viaje y luego un guitarrista tocando en la cena con el cual me comunico por señas y me dice si quiero subir a tocarme una… Ehmm no… Es tu trabajo compañero, ¡pero gracias!


La única forma de llegar al hotel...


Los siguientes días son un reguero de visitas a templos y museos que, si bien está curioso, se torna un poco pesado. Afortunadamente en general sobre las 17 llegamos al hotel y ahí ya tenemos tiempo para hacer lo que queramos. 


No, no recuerdo de qué templo es esto

 En mi línea, con el móvil busco “rock bar” y me muevo a pateo por la tarde noche para comer algo en el Seven-11 y luego ir a ver a grupos tocando. 


Una de las noches estoy en un hotel separado de la ciudad por un puente tremendamente grande, busco mi siguiente garito de rock y me doy cuenta de que está al otro lado del puente. En recepción me dicen que se puede cruzar caminando… Yo me acerco y veo 3 carriles en cada dirección y un triste arcén, muchas obras y poca seguridad así que un poco perdido acabo en un puesto de la calle donde consigo pedir una cerveza gracias a un local que me ve las pintas y deduce lo que quiero.


Con esta pinta tenías que ir si los templos querías ver


Notar aquí el terrible muro que representa el idioma. Es verdaderamente complicado encontrar a gente que se pueda medio defender en inglés.


Con el chico que me ayuda con lo de la cerveza establezco una pausada conversación con el traductor Inglés-Tailandés de mi móvil a través del cual le pregunto si hay forma de cruzar el puente.


Me dice que sólo en vehículo, pero que en esa zona no hay taxis, así que se ofrece a llevarme al otro lado de manera gratuita en su moto.


Ok, le ofrezco invitarle a lo que estaba bebiendo, aparentemente un brebaje con alcohol según me dijo el traductor del móvil. 


Nada, que no tengo que invitarle a nada, que a la moto. Le pregunto por el casco y me dice que no tiene ni para él, que es opcional. 


A la moto que voy con él, el tío me llevó super bien con mucha calma (notó que me la estaba jugando un poco y se portó genial) y me dejó en el otro lado estupendamente. Me deshice en agradecimientos y siguió su camino.


Después de cenar algo y ver al grupo de turno, quedaba la vuelta, así que al no haber taxis ni otra forma de volver, emprendí caminando por el arcén de la autopista, pensando que alguien me llevaría o qué se yo.


Cuando llego a una altura del puente, los de las obras vienen corriendo haciendo aspavientos y diciéndome que salte el arcén por dentro… Yo no entiendo nada pero es en ese momento cuando veo que hay nada menos que una plataforma gigante de cemento construida para pasar el puente con toda seguridad por un lateral, así que allá que voy.


Consigo cruzar y me pregunto cómo los que viven allí prefieren llevarme en moto que indicarme que sí, que puedo ir caminando. Misterios.


Vamos hacia Ayuttaya y por la noche me presento en un garito donde a las 21 iba a toca una banda que lo hacen verdaderamente bien. Aprovecho para hablar con mi gente en España, largos y entretenidísimos audios de WhatsApp hacen mi espera mucho más amena.


Decir que, si bien en general los guitarristas que he visto no me han impresionado en general, no puedo decir lo mismo de las cantantes, que las que he visto siempre han hecho un papel imponente, arriesgando un montonazo para un público muy escaso y bastante pasota.


Un día después en Chiang Rai el sitio de dormir está bastante lejos de la civilización así que me tengo que dar un pateo tremendo para encontrar a una pedazo de banda. Intento hablar con ellos y sólo uno se sabe medio defender en inglés, me ofrece amablemente tocar un tema con ellos, pero a su bajista no le hace demasiada gracia que un tío cuyo idioma no comprende en absoluto, le coja su instrumento y pueda llegar a molar más que él. En fin.


Ahora pasaré unas noches en Chiang Mai, lo cual está muy bien  porque eso de hacer la mochila todos los días es un verdadero plastazo, pero es la única forma de ver sitios diferentes y alejados, claro.


Los selfies en templolandia, son casi obligatorios.


Visita al Santuario de Elefantes. Esto si que es genial de verdad. ¡Menudos bichos! Nos enseñan cómo alimentarlos, cómo darles medicina y finalmente nos dirigimos a darles un cubo de fruta. Espectacular poder estar tan cerca y tocar estos monstruos tan amables (adiestrados, claro).


Lo llamaré "Mariscos"


Por la noche me siento en un garito de la calle y establezco conversación con una chia que dice que es británica, al menos lo parece por su acento, pero vamos, que tampoco me cuenta demasiadas cosas de la zona así que emigro a dormir.


Ahora me toca volar a Krabi donde por fin voy a tener para hacer lo que quiera y no madrugar (mentira, porque las excursiones que pillo, son de madrugar también, pero bueno…)


Playa principal de Ao Nang con las motoras ruidosas
 

Esta banda en Full Moon (Krabi) ¡era especialmente buena!


El sitio para dormir, mejor que bien, me sobra, pero necesito calle, así que encuentro un sitio muy majo, con terraza donde veo el mar y en general bastante variado de menú, cosa que agradezco después de arroz, pollo frito y de postre pollo frito con el que nos han estado regalando el paladar.


Ao Nang, que es donde estoy, sería como un Benidorm multiplicado por 4. Mucha gente, mucho extranjero y bares y garitos con bandas por todas partes, así que, de alguna manera, ¡es mi salsa!
Reservo una ruta en Kayak para el día siguiente, entre manglares. La verdad es que me siento tan feliz de estar aquí, en medio de un bosque, disfrutando un martes cualquiera de un entorno maravilloso, un agua templada, unas vistas brutales… No puedo pedir nada más a la vida, de verdad. Me siento afortunado.
Hay una opción para reservar hasta 4 horas de kayak por mi cuenta, así que el día siguiente es el momento de la aventura 100% independiente. La experiencia me deja baldado pero tan contento de haber rodeado peñascos increíblemente majestuosos tan de cerca que el esfuerzo merece la pena.


Me tengo que detener más o menos cada hora para ponerme protector solar porque la sensación de que el Sol quema es real. De hecho la parte superior de los pies, que no recibió crema, acabó bien quemada.
Me detengo en una playa con un columpio, me como algo de la comida que llevaba, esquivo las lanchas locas que llevan a turistas en una orgía sonora que patina con la belleza del entorno, pero así es Tailandia. Belleza por castigo, seguridad y silencio en el transporte, no admitidos.




Parte de la ruta en Kayak

 
 Conquistando una isla preconquistada 3000 veces antes
 

Un pequeño montaje de mi felicidad.


Llego reventado y es momento de dar una vuelta por Dream Bar, el garito que más me gusta porque está un poco alejado de todo el mogollón. Llego con ganas de una cerveza y de ir a ver a una banda, me siento sin mirar prácticamente a mi entorno. En la mesa de al lado empiezo a interactuar con Charlotte, una joven císima británica con la que nos damos palique para rato y decidimos ir a ver a la banda que yo iba a ver, juntos. 


Vistas desde la isla Hong


La chica no tiene compasión por mi inglés y me habla como si fuera un colega con expresiones que a veces no alcanzo a comprender.


Nos metemos en un garito, cerveza, luego otro, cerveza, y acabamos pillando algo de cenar muy elegante y distinguido en el Seven-11.


Es tarde y le propongo echar la última en el balcón de mi hotel. Ella no lo sabe, pero acabo de terminar hace poco una relación y estoy en barbecho mujeril, así que soy bastante inofensivo. Necesito un tiempo para recuperar las ganas de estar con alguien de una manera más especial.


Al final accede y agradece mi buen trato, nos echamos una birra, estamos hablando hasta tarde y nos despedimos con un abrazo y el contacto del móvil que sirvió para al día siguiente, despedirnos con un “Feliz vida” dadas las escasas probabilidades de coincidir por el mundo de nuevo.


El día siguiente toca plancton bioluminiscente, snorkel y visita a la isla Hong, todo esto si que lo he buscado yo solo y lo quiero hacer.


Lo malo es que hay marea baja, y cuando con el paquebote llegamos a la zona de corales, es realmente complicado no hacerse daño con los arrugados corales. Nos movemos a otra isla y tampoco se puede bucear bien así que cambio de tema, toca visitar la isla de otra manera.


Mientras comemos, me levanto descalzo de donde estaba comiendo a por algo de melón y me pego un golpazo en el pie y me abro una herida en el dedo gordo bastante llamativa… Necesito desinfectar SI o SI, así que hablo con el capitán de la lancha y afortunadamente, no quedaban stitches o tiritas, pero si algodón y alcohol, así que me curo como puedo.


Sangro como un gorrino y meto el pie en el agua salada para intentar que lo que no mate al alcohol, lo mate la sal… Con cuidado el resto del día, eso si.


El tema del plancton luminoso fue lo mejor de la jornada, de noche, como a las 20.00, tirarte al agua completamente oscura y al moverte ver como chispas de luz se generan con el movimiento de tus manos y tu cuerpo… hipnotizante, la verdad.


Una de las mejores cosas del viaje fue conocer a Mark, un canadiense que hizo esta misma excursión en la lancha y tuvimos oportunidad de hablar y conocernos. Acabé llorando de risa como unas 3 o 4 veces, me hacía muchísima gracia su acento y cómo contaba las cosas, acabé pidiéndole el contacto del móvil para estar en contacto pues creo que es de esas personas que hacen que cualquier viaje sea un plus.


Reencuentro con la tropa


Ya toca volver a Bangkok, ver unos cuantos templos más y vuelta a Madrid en un vuelo de 14 horas que en realidad no se me hace tan pesado. Luego unas horas más y llego a Valencia, donde la lluvia y el frío me saludan de nuevo… ¡Socorro!


Un buen viaje, con muchas ganas de hacer otro y con la satisfacción de haberlo disfrutado, haber conocido gente y haberme reído mucho, pero mucho mucho.


¡Hasta la próxima!



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